Política

¿Es el discurso evangélico un peligro para la democracia?

La acelerada expansión de los evangélicos en Latinoamérica, donde Argentina no es la excepción, despierta el interés de analistas políticos, sociólogos y pensadores de diferentes esferas.  Los casos de Brasil y Estados Unidos y el foco en la Teología de la Prosperidad suelen protagonizar gran parte de las investigaciones. Además se suele hacer hincapié en que este crecimiento puede poner en jaque a las instituciones del Estado. La pregunta a la que se suele arriba es: ¿el discurso evangélico es un peligro para la democracia?

Sebastián Carnival, Licenciado en Ciencia Política, Magister en Marketing Político y Director de la Casa de Integración y Encuentro (CIE), dio respuesta a esta pregunta en una columna para Enfoque Evangélico que compartimos a continuación. 

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El primer peligro es pensar a todos los evangélicos como un cuerpo homogéneo y uniforme que actúan y piensan igual. El siguiente peligro es crear una línea narrativa que estigmatice y vincule a todos los evangélicos con gobiernos o políticos autoritarios y totalitarios. En tercer lugar, es un error pensar a los evangélicos sólo como un actor político, lo cual no permite pensar por qué los evangélicos crecen y se desarrollan en Latinoamérica. 

El crecimiento  exponencial en América Latina se debe a la presencia de las iglesias en los barrios, en los comedores, en la atención a la tercera edad y a las personas con discapacidad; a su vez, la iglesia recupera a los adictos y reconcilia a la familia en crisis.

Proporciona toneladas de alimentos y ropa, lleva paz a las cárceles, acompaña y abraza a quienes están en la pobreza e indigencia, cuidando a la mujer en condición de vulnerabilidad y en los miles de institutos educativos que forman y capacitan a las nuevas generaciones.

La iglesia evangélica se ha convertido en una de las redes solidarias más importantes en Argentina. Pero por sobre todo con un mensaje de esperanza, centrado en la fe en Jesús, el único capaz de transformar las vidas.

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Fuente: ACIERA

La falta de información y las generalizaciones son peligrosas, la iglesia evangélica es un actor en la comunidad con un rol espiritual fundamental de contención y de desarrollo. Por otro lado, la iglesia interactúa con centros de jubilados, clubes deportivos, escuelas, fuerzas de seguridad y distintas instituciones que forman parte de la vida comunitaria de nuestra sociedad.

El político debe acercarse a las iglesias evangélicas ya que estas viven en los corazones de los barrios. El político debe escuchar e interiorizarse de la problemática que sufre su comunidad y en segundo lugar proponer políticas publicas que puedan solucionar estos problemas urgentes.

La iglesia evangélica en Argentina no es partidaria, está fuera del sistema de partidos políticos. El término partido viene de parte y la iglesia nunca puede ser una parte porque es un todo. En las congregaciones evangélicas existen miembros y ciudadanos laicos que tienen vocación política que participan en los distintos partidos políticos de todo el espectro político, tanto de izquierda como derecha.  

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Fuente:ACIERA

Con respecto a la financiación, las ofrendas y diezmos que reciben las iglesias son a modo voluntario por parte de sus miembros. A nadie se le ocurriría cuestionar a los clubes de fútbol por recibir una cuota social por parte de sus socios. Las iglesias evangélicas hacen una rendición de cuenta a muchos veedores, en primer lugar a sus congregación ya sea por medio de una asamblea o a través de las obras solidarias que hacen.

En segundo lugar, a las organizaciones y asociaciones de iglesias a las que pertenecen, en donde se presentan balances e informes; al poseer una personería jurídica las iglesias hacen una rendición de cuentas al Estado Nacional a través de la IGJ (Inspección General de Justicia) y a la Secretaría de Culto de la Nación en Cancillería. 

Por último, son las democracias las que favorecen el crecimiento de los evangélicos a partir de la libertad religiosa, siendo este un derecho internacional que figura en la declaración universal de los derechos humanos. Por lo tanto, existe un círculo virtuoso que potencia y beneficia a ambas partes.

En la Argentina los evangélicos son la primera minoría religiosa y el Estado debe garantizar no sólo la tolerancia religiosa sino el libre ejercicio y la declaración pública de la fe sin ser víctima de opresión, estigmatización o discriminación. La democracia y la fe caminan juntas de la mano de la libertad.

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